Nadie duda a estas alturas de que comprarse unos vaqueros sin verlos, sin tocarlos y sin probárselos es perfectamente factible. ¿Pero y si en vez de un par de pantalones hablamos de una mesa para el comedor o de un sofá? Entonces, el precio sube al mismo ritmo que crecen las dudas. Y la imposibilidad de ver en persona aquello que vamos a comprar —de tocar la madera para comprobar si es resistente o de sentarse en el sillón para asegurarnos de que es cómodo— se convierte para muchos en un obstáculo insalvable.
A pesar de esa barrera, la oferta de muebles online es cada vez más abrumadora. El objetivo, ahora, no es solo vender, sino también asesorar e inspirar al cliente. E incluso gigantes que parecían resistirse, han terminado por ceder.